quebrantapájaros (primera época)

CON LOS HUESOS POR EL AIRE

miércoles, febrero 22, 2006

Me mudo

Debido a que el servidor de comments (que tantas alegrías me ha dado) no me guarda sus comentarios por más de tres meses, he decidido mudarme acá nomás y con el mismo nombre:

www.quebrantapajaros2.blogspot.com

Los espero como siempre y como nunca.

martes, febrero 21, 2006

Nuevas Confesiones de mujeres de 30

Tienda de ropa para bebés y niños. Dos compañeras de la primaria se encuentran luego de casi veinte años sin verse.
A—¡Hola, tanto tiempo! Ando con mi mamá buscándole un regalo a mi sobrinito. (La madre saluda mientras habla con la de la tienda).
B—Yo tengo un bautismo. ¡Con este calor, en la iglesia! ¡Uff!
A—Pero... Qué flaca estás. ¿Cómo hiciste? (La madre para la oreja y deja de hablar).
B—Nutricionista y ejercicios. No hay otra. ¡Aunque con este bochorno! (Se apantalla con una pañalera). Vos también estás más flaca. (Todas paran las orejas)
A—Yo la hago fácil. Porro a full. Con el faso puedo comer como loca sin problemas. La mejor dieta, che. La mejor. (Todas callan, mandíbulas por las alfombras).

Ver Confesiones de mujeres de 30

martes, febrero 14, 2006

Hasta siempre


Allá, por los comienzos de los años ochentas, en una calle de mi ciudad había una pared bastante alta que daba a los patios de una iglesia evangélica y continuaba las de un taller. Todos los días pasábamos con mi hermano mayor, tomados de la mano de mi madre, hacia la escuela. A mis ojos de seis años les habían otorgado un nuevo poder: la lectura. Así que todo cartel, patente o pintada callejera eran fagocitados por mi mirada.
Una mañana de agosto, en la que Malvinas ya era sólo un recuerdo infame, vi una nueva pintada en la pared trasera de la iglesia. Estaba fresca y chorreaba su azul al suelo: “Seremos como el Che”. Repetí la frase en voz baja como se mastica una fruta desconocida.

—Mamá, no la entiendo.
—Dale, dale. Apurate, que se nos hace tarde.

La lluvia, el Zonda y las meadas furtivas a la vuelta del boliche la fueron borrando de la memoria de la ciudad.
Veinte años después, un día pasé desprevenido. En mi cabeza pesaba un gobierno derrotado y en mi estómago, una inflación inmoral. Entonces, mis ojos comunes y corrientes leyeron sin tragar saliva: “Somos el Che”. Miré a mis costados. Mi hermano no me tomaba la mano y mi madre se perdía irremediablemente entre el humo de los escapes.

—Dale, dale –me dije- que ya se te hizo tarde. Y apreté el paso.

sábado, febrero 04, 2006

Perra noche



Desvelo. Una noche calurosa hace que los cuerpos mantengan sus ojos abiertos a la oscuridad. Me levanto. La cuerina del sillón se me pega a la espalda. Veo tele, leo, tomo un jugo de manzana que detesto. La oleosa negrura nocturna se chorrea lentamente por las calles. Son apenas las cuatro.
De repente, siento una respiración cavernosa, agitada, rabiosa, y un solo ladrido seco que me sobresalta. El Negro, me digo. Asomo la cabeza por la ventana y tras la tela mosquitera lo veo a este perro echado en mi vereda y que alguna vez perteneció a mis vecinos de al lado. Recuerdo cuando se estaban mudando para irse y lo dejaron abandonado al perro. El Negro es muy viejo y le falta un ojo, pero es de esos chocos que te acompañan a donde vayas, sin pedirte nada a cambio.
El jadeo del Negro se oye cada vez peor, entrecortado y pastoso. ¿Qué hago, salgo y le doy agua?¿ Me fijo si está lastimado? Pero el miedo me paraliza. Entonces vuelvo a sentarme y pongo todos mis sentidos en esos lastimados pulmones que hacen fuerza para sobrevivir. No pasa nadie, nada tapa el sonido cruel que sale de ese hocico. Ni siquiera el escape de una moto quiebra este velatorio anticipado. Sin embargo, con la muerte soplándome la nuca, me duermo en el sillón.
El sol de la mañana sabrá montar un escenario sin expiación pero también sin culpas. Por suerte.

lunes, enero 23, 2006

T4

El tipo sería un enviado del futuro. No sería precisamente un tipo, sino un androide. Un terminator 4 que ha viajado siglos para ajusticiar la raza humana. Emergería desde el oceáno en un día soleado, luego de cuarenta días y cuarenta noches de un impadioso Diluvio Universal. En ese momento, Noé estaría arrojando desde el Arca a una atribulada ave para saber si hay tierra firme. El T4 la deja volar y con su mira telescópica del segundo milenio la localiza. El ave se pulveriza sin siquiera haber tocado el agua ni el barro. La raza humana perdida en los mares no prosperará.

- No tendríamos que haber confiado en el cuervo. Dice el hijo de Noé.
- Es verdad, probemos con la paloma.

lunes, enero 09, 2006

Soy tu verano

1
Papá Noel en forma de mi padre (eso que hace rato que ya lo sabía) llegó con un baucher en la mano y me dijo: "Diez días en Mardel. Disfrutalo con tu familia". Mi mandíbula le hizo honor a la Ley de gravedad.

2
Cuando ya nos íbamos, mi hija de cuatro años se sostuvo sus redondos cachetes y gritó compungida: "Voy a extrañar este mundo".

3
Diez horas de viaje. Ruta. Más ruta. La nena duerme, mi mujer lee. Los bichos se estrellan contra el parabrisas y es una lluvia de muerte sólo para nosotros. Saco un libro del morral. El primero que sale "Eclipses y fulgores" de Olga Orozco. Leo el poema "Con esta boca, en este mundo" y me dejo llevar. Me codea Cecilia y me dice: "Estamos en La Pampa y vos leyendo a Olga. Las casualidades sí existen".

4
Fotos. Sol. Lluvia. El mar. Diez años sin verte, murmuro. Doy dos pasos tímidos. Frío, emoción. El agua me abraza y me desaparece.
Creo que por mis lágrimas, el Atlántico estuvo más salado por unos instantes.

miércoles, diciembre 28, 2005

Poema para la Noche Vieja

la calle sube hasta la cordillera hoy
el micro decide pasar de largo y aplastar
las sombras que somos ciudad de alfombras
que nombra a gusto su humillación el trabajo
dignifica papeles bajo el brazo y el otro
aferrado al pasamanos que no alcanza no al sueldo
a los intereses de las cuotas señor los primeros asientos
para ancianos embarazadas y el ciego aprovechador
que silba una zamba para no chocar la próxima digo
como si la cima no lo hubiera alcanzado eh me bajo aquí
salto miren que me tiro pero todos ven hacia adelante
hacia los peluches sonrientes hacia las obligaciones
de un día más que se desprende del almanaque