Caminábamos por el asfalto mojado. Hacía poco que nos habíamos salido de nosotros y aún nuestras pieles estaban al rojo vivo. Una tristeza nos comenzó a pesar en la cabeza. Al inclinar las frentes, vimos cómo el reflejo de dos cuerpos se hacía uno otra vez y se escapaba informe por la avenida. Esa noche, el bulevar se iluminó con las risas cómplices de dos desconocidos.
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