quebrantapájaros (primera época)

CON LOS HUESOS POR EL AIRE

martes, noviembre 15, 2005

Variaciones a partir de las hormigas



1.
La mañana del pasado lunes (luego de una noche calurosa) me levanté francamente quemado. Mi cara me volvió a enumerar los vasos de cerveza que había tomado en el cumple de una amiga. Cuando pude fijar la vista, noté sobre el blanco de la cerámica del baño, una fila interminable de hormiguitas negras. Peregrinaban en imperturbable línea recta, de izquierda a derecha, como un renglón que le peleaba al hambre.
Como no eran de las rojas, aplasté con el dedo las que más pude. Luego rocié con raid toda el impronunciable trazo que formaban hasta la banderola del baño.

2.
Era la siesta. Leía en el baño a Saramago y se me entrecerraban los ojos, “Qué poder es ese el tuyo, Veo lo que hay dentro de los cuerpos...” Se me nublaba la vista, “Has visto el alma, Nunca la vi...” Entonces apreté derrotado los párpados y volví a abrirlos. Líneas y líneas de pequeñas hormigas negras intentaban escribir en las hojas del libro otro “Memorial del convento”. Manoteé hacia la mochila del inodoro, pero el raid era inocuo para esta clase de hormigas verbales.

3.
Me fui a la habitación. Un par de versos de mi amigo Fernando G. Toledo se me venían a la memoria y empujaban para salir. Busqué su libro y leí sin dudas, “Me he preguntado quién/En esta espera errónea/Escribirá para otros/Las cosas que yo necesito...” El poema habla de posibles “emisarios” que tal vez andan por el mundo redactando las palabras justas para cada uno de nosotros. Entonces volví a pensar en las hormigas, en esa hilera indómita de puntitos negros sobre fondo blanco, pensé en las palabras de los personajes de Saramago, en cómo las hormiguitas se retorcían por el veneno y borraban para siempre esa frase sin idioma, que yo andaba precisando, pero que aniquilé sin piedad.
Y sí, es indiscutible, dentro de mi cuerpo no tengo un alma. Ni la tendré.