quebrantapájaros (primera época)

CON LOS HUESOS POR EL AIRE

sábado, febrero 04, 2006

Perra noche



Desvelo. Una noche calurosa hace que los cuerpos mantengan sus ojos abiertos a la oscuridad. Me levanto. La cuerina del sillón se me pega a la espalda. Veo tele, leo, tomo un jugo de manzana que detesto. La oleosa negrura nocturna se chorrea lentamente por las calles. Son apenas las cuatro.
De repente, siento una respiración cavernosa, agitada, rabiosa, y un solo ladrido seco que me sobresalta. El Negro, me digo. Asomo la cabeza por la ventana y tras la tela mosquitera lo veo a este perro echado en mi vereda y que alguna vez perteneció a mis vecinos de al lado. Recuerdo cuando se estaban mudando para irse y lo dejaron abandonado al perro. El Negro es muy viejo y le falta un ojo, pero es de esos chocos que te acompañan a donde vayas, sin pedirte nada a cambio.
El jadeo del Negro se oye cada vez peor, entrecortado y pastoso. ¿Qué hago, salgo y le doy agua?¿ Me fijo si está lastimado? Pero el miedo me paraliza. Entonces vuelvo a sentarme y pongo todos mis sentidos en esos lastimados pulmones que hacen fuerza para sobrevivir. No pasa nadie, nada tapa el sonido cruel que sale de ese hocico. Ni siquiera el escape de una moto quiebra este velatorio anticipado. Sin embargo, con la muerte soplándome la nuca, me duermo en el sillón.
El sol de la mañana sabrá montar un escenario sin expiación pero también sin culpas. Por suerte.