Nieva copiosamente en la ciudad. Después de más de veinte años, una nevada importante, de esas que borran los límites espaciales y de edad. Todos juegan a las guerritas de copos y a construir esos muñecos que dan más miedo que el mismísimo Chuky. Mi hija de cuatro años se asoma a la ventana y se me viene corriendo con una nívea sonrisa, me abraza las piernas y grita:
¡Papi, papi...Llegó la Navidad!
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