quebrantapájaros (primera época)

CON LOS HUESOS POR EL AIRE

martes, febrero 14, 2006

Hasta siempre


Allá, por los comienzos de los años ochentas, en una calle de mi ciudad había una pared bastante alta que daba a los patios de una iglesia evangélica y continuaba las de un taller. Todos los días pasábamos con mi hermano mayor, tomados de la mano de mi madre, hacia la escuela. A mis ojos de seis años les habían otorgado un nuevo poder: la lectura. Así que todo cartel, patente o pintada callejera eran fagocitados por mi mirada.
Una mañana de agosto, en la que Malvinas ya era sólo un recuerdo infame, vi una nueva pintada en la pared trasera de la iglesia. Estaba fresca y chorreaba su azul al suelo: “Seremos como el Che”. Repetí la frase en voz baja como se mastica una fruta desconocida.

—Mamá, no la entiendo.
—Dale, dale. Apurate, que se nos hace tarde.

La lluvia, el Zonda y las meadas furtivas a la vuelta del boliche la fueron borrando de la memoria de la ciudad.
Veinte años después, un día pasé desprevenido. En mi cabeza pesaba un gobierno derrotado y en mi estómago, una inflación inmoral. Entonces, mis ojos comunes y corrientes leyeron sin tragar saliva: “Somos el Che”. Miré a mis costados. Mi hermano no me tomaba la mano y mi madre se perdía irremediablemente entre el humo de los escapes.

—Dale, dale –me dije- que ya se te hizo tarde. Y apreté el paso.