quebrantapájaros (primera época)

CON LOS HUESOS POR EL AIRE

viernes, agosto 27, 2004

Pecado mortal

Sonará tonto lo que voy a escribir, pero cómo es posible que luego de 28 años (que cumplo hoy)recién me dé cuenta después de ver Escuela de Rock, con Jack Black, que pertenezco a una cultura (y no cooltura), que el rock ha formado y deformado mi vida, que la primera vez que escuché Clics modernos, allá por el 82, el click se me hizo a mí en el bocho y que todavía, aunque ustedes ya se hayan acostumbrado a las ampollas en los pies y los moretones en el corazón, nos siguen pegando abajo.

miércoles, agosto 25, 2004

Tres haikus para los días felices

1
En cada paso
de Cecilia el futuro.
Ella es la casa.

2
Mezo a Rosario
y el tiempo nos perdona
en la cadencia.

3
Ventana rota.
El mundo entra a mi hogar
y lo limita.

jueves, agosto 19, 2004

El (otro) Gran Pez

Podría contarles cómo otra vez Tim Burton lo logró. Sí, es que el muy taimado sabe cómo arreglárselas para crear esos microcosmos tan alucinantes, esos hipnóticos pueblos o ciudades donde, en la vida de una persona común o con manos de tijeras, todo es posible. Sin embargo, lo que este melenudo director despertó en mí es otra cosa.

Cuando tenía unos cinco años (como el hijo de Bloom), descubrí, hacia el final de un verano, que en la pierna de un vecinito de unos ocho, se abría una enorme cicatriz. Era como un bordugón de unos quince centímetros. Al preguntarle con qué se la había hecho, me contestó: “me mordió un delfín cuando fuimos en enero a Mar del Plata, creo que en la Bristol fue, mientras me metía al mar”. Recuerdo que me dejó pasmado.

La anécdota es trivial. No obstante, si no hubiera sido porque el domingo pasado no alquilaba “The Big Fish”, jamás habría reparado en que llevaba más de veinte años creyendo la “historia” del delfín. Nunca, en estos años, me había detenido a pensar que en realidad ese hecho era imposible, que seguramente se había lastimado con esos frenos de bicicleta de antes que eran de fierro.

Entonces, me dije, todo fue un invento de mi amigo, un embuste. Pero, por qué no dejo de imaginarme a un gran pez grisáceo e inquieto entre las olas, tratando de pellizcar con los dientes la pierna de un niño.

En todo caso mi vecino se lo merecía por mentiroso.

viernes, agosto 13, 2004

Tal vez otro

No soy el que odiaba a Kurt Coubain y lloró sobre una remera negra su muerte. No soy el que mira todos los día a la Legrand para "pispear" algún invitado interesante. No soy yo, el que se razga la vestiduras con las torturas en Irak y festejó la caída de la Torres. No soy el que tenía fobia a la tecnología y ahora tiene mail y blog. Tampoco soy el que prometió, ilusionó, juró y no cumplió. Ni cumplirá.

La honesta argentinidad, al palo.

jueves, agosto 12, 2004

Los 7 pecados capitales de mi boda

La pereza

Luego de casi 4 años de noviazgo y ver campeón por fin a Racing, terminar de cursar en la facultad, buscar laburo, esperar a que De la Rúa tomara una decisión firme, y haber desechado la "loca" idea de irnos de músicos, chamanes o artesanos por las playas chilenas. Entonces ahí sí, para no demorar la cosa, decidimos casarnos.

La ira

Un amigo mío, escritor de 40 años y que aún no da el sí, me agarró de las solapas en la puerta del registro civil y me gritó furioso: "Dejá de sonreír, que nos contagiás a todos, cínico".

La avaricia

La gran actuación que hicimos con mi esposa nos hará arder cual mejillas de Maculay Culkien .
Primero, dijimos que no queríamos hacer fiesta, luego nos ofendimos muchísimo cuando nuestros amigos propusieron organizarnos el casamiento. Por último, comimos opíparamente, tomamos como piratas y bailamos hasta el amanecer sin gastar un solo morlaco. ¡Servicio al cuarto, por favor!

La gula

Pecado llevado hasta el extremo por mi persona (y mi estómago).
Lo voy a reproducir a través de los alcoholizados ojos de un testigo: "el novio se atragantó tanto de pollo con ananá, empanadas de hojaldre y merenguitos con dulce de leche que colapsó en tal frenesí ochentoso, que lo llevó a hacer un ridículo baile parecido al de 'Footloose'. Los invitados, perplejos, no sabíamos si era una nueva danza carioca o si el muchacho en cuestión era un epiléptico no declarado".
Kevin Bacon se estará revolcando en el barro de su "río místico".

La envidia

La tuve yo de otras parejas que se han casado. Antiguamente, los novios en medio de la fiesta y en cómplice reserva, se escapaban hacia el hotel a "consumar".
¿Qué recién casados tienen que repartir, en un Citroën todo destartalado hasta la 8 de la mañana, a los últimos invitados borrachines que no podían ni embocar la llave en la cerradura?

La soberbia

El pecaminoso dj de la fiesta. Al comienzo, nos quiso meter de prepo el ñoño "Tiempo de vals" de Chayane. Luego, por su cercanía a la barra, se dedicó a tomar fernet. Todo bien, pero cuando le ibas a pedir algún tema de rock para que aflojara con la pachanga, te miraba como extraviado y te decía "hermano, la buena música la tiene mi socio en otra fiesta". Hacia el final, cuando vio que el sol asomaba, se percató (ya envuelto en un poncho psicodélico, que daba miedo) que no íbamos a parar, nos mandó ese "hitazo" bailable de "Rasguña las piedras" . Fin de la fiesta.

La lujuria

Me imagino que ustedes querrán saber de mi noche de "Honey moon". Este pecado sí que no se los puedo contar. Porque prometí no repetirlo.
Dicho y hecho: todavía no puedo repetir tamaña performance desde aquella madrugada.

miércoles, agosto 11, 2004

Contrariando a Augusto Monterroso

Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí...

-¡Ah, es el Barney que le regalé a mi hija para el día del niño!

martes, agosto 10, 2004

Mensajes por debajo de la puerta

Siempre tengo la sensación cuando llego a la puerta de mi casa que, en mi ausencia, alguien ha venido. Entonces yo, al mover hacia abajo el picaporte y empujar, voy a sentir arrastrarse un papelito.

Imagino (o presiento) la angustia del visitante al no encontrar a nadie. No importa el mensaje en sí. Importa que un resabio amargo de esa desazón se pega a la hoja, que la caligrafía muta asombrosamente al apoyar el trozo de papel en la pared o en la mano, que la tinta de la bic se entrecorta al escribir horizontalmente. Además, el conocido en cuestión se va sin saber la suerte que le depara a su nota.

Sin embargo, la mayoría de las veces, llego escupido por las babas de una rabiosa realidad, muevo la hoja de la puerta y nada. Ni nadie.

¿Por cuál de todos los umbrales, ya dentro de la cocina, debo arrastrar el mensaje avisando que todavía no habito aquí?

Formas de soledad.

lunes, agosto 09, 2004

Sala de espera

El viernes a la siesta, acompañé a mi madre al neuropsiquiátrico. Iba a ver a su doctor luego de un mes de internación. Una temporada en el infierno que le dicen.

La sala era de 3 por 3, toda de machimbre, calefaccionada por su majestad Belcebú. Un verdadero circo se agitaba allí, donde se paseaban otros pacientes preguntando “y usted qué tiene”.

Me confundieron con el esposo de mi madre, con el hermano después. Ella es muy joven todavía o yo envejezco sin gracia. Decían que me conocían, me pedían cigarrillos, monedas. Querían saberlo todo de mí.

El psiquiatra dijo que hay que tener paciencia. Esperar más.

Salimos a la calle. Ya no quedaba mucho de sol. La cordillera es implacable.

Todavía no he podido responderme cómo me convertí esa tarde en la mayor atracción.